22 enero, 2021

Él también estuvo ahí

Carta para los rechazados, los subestimados, los juzgados, los lastimados dentro de la iglesia:

Sé que alguna vez, antes de que este pandemia sucediera, fuiste a alguna iglesia evangélica. Conozco tu corazón, conozco la línea del tiempo que lleva tu vida y la médula de cada pensamiento que se proyecta en tu mente. Sé que muchas veces has dicho: “Me estoy esforzando, lo estoy intentando con todas mis fuerzas”. Entiendo que quieras rendirte. Cuando las cosas no salen como deberían, como esperas, entiendo tus sentimientos.


Comparto mi existencia con un Amigo que sufrió igual que tú. Él me ha transmitido ese conocimiento y experiencia. Te entiendo total y abundantemente.

Las personas son como el clima: cambian constantemente. Tú eres uno de ellos, tú eres parte de mi familia: la iglesia. Tú eres la iglesia y sé que dentro de tu congregación tu corazón ha sido estrujado y roto.

Debes saber que mis procesos y la obra que yo dirijo en cada persona es completamente diferente y que no puedo considerar totalmente “buenos” o “malos” a unos o a otros. Todos tienen dones y cualidades, todos tienen defectos y debilidades. Todos me sirven, pero de diferentes maneras. Hay una paleta de colores diferentes para cada persona.

Así es esta familia: heterogénea. Así es como yo la amo.

Lamento mucho lo que sucedió en el pasado: una mala impresión, un momento donde otros no te valoraron, no te hicieron sentir parte de, hablaran mal de ti a tus espaldas o envenenaron con prejuicios a otras personas cercanas a ti. Lamento mucho que eso sucediera, pero yo nunca seré como ellos.

Yo te entiendo, porque muchas veces lo hicieron conmigo. Me dieron la espalda, me rechazaron, ni siquiera les importó nuestro sacrificio. He sido tan generoso con otros y me han agradecido alejándose de mí. En las universidades se burlan de nosotros, nos sientan en la mesa de los juzgados como si todo lo que hacemos fuera egoísmo y no amor. Les ofrecí mi mano y mi hombro para llorar, para tener una relación, pero todo lo que siempre han hecho es romper mi corazón. Recorrería el universo entero solo para encontrarte, ¿pero tú harías lo mismo por mí?  

Ellos no aprecian tus intentos, tu lucha ni tus lágrimas, pero yo sí. Yo sí. Te he dado el aliento de vida, formé tus manos en el vientre de tu madre con las mías. Te escogí para que pertenecieras a una familia y ahora no estás solo. David, Moisés, Abigail, Lea, Ana, María, Caleb, Pedro, Rahab fueron transformados por las mismas situaciones de desprecio y rechazo.

Yo soy tu familia también.  Junto a mí estás en un espacio donde puedes sentirte libre y seguro porque me deleito en ti. Tú eres mi iglesia, tú eres mi tesoro. Tienes mi imagen y eres semejante a mí. No eres producto del azar o la casualidad.

Quiero que entiendas que eres lo suficientemente importante para mí como lo sería la persona que te lastimó dentro de tu congregación. Quiero que entiendas que ante mí, ambos están al mismo nivel: seguirán siendo humanos hasta que mueran y la Cruz seguirá dispuesta para que ustedes se sostengan de ella.

Quiero que comprendas que ambos necesitan salvación, que ninguno es más apto o bueno que el otro, que no es necesario colocarse el vestuario de “la mejor víctima”. Esto no es una competencia. Tú, él, ella, ustedes y ellos son la iglesia y alguna vez todos han sido víctimas y victimarios al mismo tiempo.

¿Cuál es la solución? Puedes escoger ver a tu hermano y hermana través de la verdad de Dios. A través de la gracia. Así como tú quisieras que otros te entendieran y creyeran, así cualquiera desea lo mismo.

Aunque sea difícil, puedes identificarte con la persona que te hizo daño. Decir "yo también estuve ahí". Puede que tus heridas y las del otro sean las mismas, puede que esté pasando por problemas similares a los tuyos, puede que él también entienda tu sufrimiento. A él o a ella también la rechazaron o lo subestimaron, la violentaron de alguna forma.

Yo no observo el mundo como tú o como cualquier otra persona, pero lo entiendo perfectamente porque un día yo estuve ahí. Yo invito a todos, sin excepción de raza, color o género. Les ofrezco un hogar, comida y agua que nunca se terminan. Les regalo un lugar de honor y plenitud donde pueden sentarse. Los hago sentir bienvenidos, aceptados y pertenecientes.

De parte de la iglesia te pido disculpas, te pido que nos perdones y que no te alejes de nosotros. Estamos arreglando este tipo de problemas cada día, pero te invitamos a observar a través de la gracia y de la verdad. Es la única manera en que serás LIBRE.

 

Con amor eterno,

El Espíritu.

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