01 agosto, 2020

Nos llamó escogidas y escogidos: Ponte el paliacate y deja que Dios tome el volante.



Me encanta el personaje de Josías, es un personaje que admiro, porque me parece muy complejo. Aunque haya sido íntegro toda su vida, estoy segura que para lograr que tanto Dios como todo el país lo honrara, tuvo que cruzar un camino arduo. Dios también lo pasó por el fuego como a una pieza de oro.

En 2 Reyes y en 2 de Crónicas se habla de su grandeza, sus acciones para servir a Dios y lo que Dios le prometió, pero comúnmente, las historias bíblicas suelen mostrarnos las debilidades de los personajes, puedes leer la narrativa de Moisés o David, incluso la biografía del apóstol Pablo o los discípulos. En la historia de Josías, la fórmula se organiza de diferente manera. Me parece interesante que solo hay dos menciones de los errores que cometió, uno en 2 Reyes y otro en 2 Crónicas.

Me conmueve pensar que Dios cumplió la promesa para Josías, y esa promesa, que estaba llena de honra, no solo se disolvió como palabras al aire, sino que se escribió para la posteridad, para que alguien como tú o yo pudiéramos leerlo en pleno año dos mil viente. 
Dios le dijo: "Morirás en paz, sin ver todo el caos que está por venir, porque me amaste con todo el corazón y te apartaste del pecado". 

Josías obedeció sinceramente y Dios lo honró para siempre, escribiendo así en 2 Reyes 23:25: "Ni antes ni después hubo un rey como Josías, que se apartara de su maldad y obedeciera a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas". 
La Biblia no menciona las debilidades de Josías tan descriptivamente como las de otros personajes porque esa era la manera en que Dios lo honraría por siempre.

Josías me parece un personaje complejo ya que tuvo que enfrentarse a un mundo que lo obligaba a seguir la corriente. A seguir las tendencias, la cultura. 
Imagínate, él vivía en un mundo lleno de adoración a dioses falsos traído de otros países, lleno de inmoralidad sexual, de corrupción,  y además, su familia conocía de Dios pero en el pasado habían cometido muchos errores hasta que se alejaron de Él. Josías no tenía ningún ejemplo familiar que lo ayudara a estar firme en su fe, tan solo el de David, que era su antepasado.

¿Sería difícil para él, cuando como rey tenía a su servicio a miles de personas que querían influenciarlo y aconsejarlo? ¡Sí, damas y caballeros, es probable que para Josías seguir a Dios también significó un camino difícil! 
Seguramente tuvo dudas, se sintió inseguro, lloró y cometió errores. Solo era un adolescente de 16 años cuando comenzó a obedecer a Dios. 

2 Crónicas  34 narra que después de sus 16 años de edad, pasaron 4 años más hasta que él sacó todos los ídolos del Templo y destruyó los que se encontraban en su país. Cuatro años donde Dios trabajó con Él. Cuatro años donde Josías aprendió a ser fiel y a obedecer. Cuatro años  que después lo llevarían a la gloria. 

La obediencia es una prueba de confianza y rendición

Somos humanos y Dios nos dio libre albedrío para tomar decisiones propias con libertad. Pero a veces utilizamos ese libre albedrío para satisfacernos a nosotros mismos. A todos nos ha pasado: querer hacer lo que nos dé la gana sin que nadie nos detenga. 

A mí personalmente me encanta tener control sobre mi trabajo y mi vida, así que suelo planificar casi todos mis días o las situaciones que podrían llegar a surgir, si algo sale mal, tiendo a enfadarme o ponerme nerviosa. 

Cuando le digo a Dios "guíame", estoy diciendo que quiero que limite mis emociones y satisfacciones humanas y carnales. Estoy diciéndole: "Lo que digas, voy a obedecerlo, porque sé que eso es lo mejor aunque a mí pueda costarme todo". 

Obedecer a Dios es como ese juego en donde te cubren los ojos con un paliacate y tienes que confiar en que tu amigo detrás de ti te va a sostener cuando caigas. Obedecer es ponerte el paliacate en los ojos y confiar que Dios te va a sostener no importa si el camino te parece oscuro o colorido. No importa si sufres o ríes. Obedecer es confiar en que Dios va a estar contigo y que Él sabe lo que hace. 

Cuando obedeces, cuando te colocas el paliacate, te rindes ante Dios. No hay manera de que sepas lo que pasará, no hay manera que puedas controlarlo, no hay manera que hagas lo que tú deseas. Ahora el que está al volante es Dios. Quien te guiará a la vida es Dios, pero debes estar seguro de conocerlo, porque si no lo conoces, no puedes confiar en Él.

La obediencia es una prueba de adoración y amor

El más grande amor que le mostramos a Dios es simplemente... obedecerlo. Esta es una palabra que seguramente a todos nos cuesta mucho digerir.
 Los personajes bíblicos una y otra vez rompieron el corazón de Dios y lo hicieron sufrir cuando desobedecieron, desde Adán y Eva hasta los discípulos. Claro que conocían a Dios y tenían una relación muy estrecha, pero decidieron actuar sin la guianza de Dios y actuar con sus propias fuerzas.

Cuando Josías encontró el libro de Moisés con los mandamientos, sabía que dentro del Templo estaban siendo adorados ídolos. Eso significaba que nadie amaba a Dios ni lo conocían. Josías tuvo que tomar la decisión de ponerse el paliacate en los ojos y fue entonces cuando habló con todas las personas de la nación y los sacerdotes "y se comprometió a cumplir todos los mandamientos de Dios. [...] Y el pueblo se comprometió a hacer lo mismo". 

La verdadera adoración era derrotar a todos los ídolos y eso fue lo que Josías hizo. Al sacar de su vida el pecado, estaba confiando en la palabra de Dios, estaba adorándolo y le mostraba que en verdad lo amaba. Además de que actuó, con su ejemplo enseñó a toda la nación de Israel a adorar al único Dios verdadero. 
No basta con que digamos que queremos seguir a Jesús, que leamos dos o tres versículos en la Biblia o que publiquemos tweets dando gracias a Dios, sino que nos esforcemos en ser como Él quiere que seamos. Poner en práctica la Biblia le importa más a Dios que todas las palabras dichas que pueden volcarse en el olvido; aunque Dios sabe que nunca seremos perfectos, quiere que caminemos con Él día a día. 

A veces Dios también tiene un tiempo en el que deja que nos equivoquemos, que cometamos errores para aprender que la próxima vez, es mejor obedecer. 

Esta fue la historia de Pedro, siempre impetuoso exclamando: "yo haría todo por Jesús" o "¡Sí, Jesús, yo te sigo!, todo el tiempo intentaba llamar la atención de Jesús, pero cuando llegó  el momento crucial para él, lo negó. 
Jesús sabía lo que sucedería en la historia de Pedro, pero también estaba seguro que los errores de Pedro cambiarían su vida para siempre... y para bien. Josías también se dio cuenta que estaba cometiendo errores, entendió que no solo no estaba adorando a Dios, sino que lo negaba, así que se preocupó, rasgó sus vestiduras y su vida nunca volvió a ser la misma. 

¿Y qué más da si no quiero obedecer a Dios?

Recuerdo que hace unos meses Dios me dio una lección acerca de obedecer, sobre todo a mi mamá, que es mi principal fuente de autoridad. 
En repetidas ocasiones, había hecho algo que a ella le disgustaba, yo sabía que estaba mal, pero aún así no quería dejar de hacerlo. Mi mamá estaba enfadada, así que, una noche, lo primero que hizo fue ignorarme completamente. Le hablé y no me contestó, se fue a su habitación rápidamente y yo me quedé sola cenando. Mi corazón se rompió porque me encanta platicar con mi mamá y suelo reírme muchísimo con ella. Me enfadé porque me había ignorado.
Después me castigó y no me dio permiso para salir a divertirme. Ella dijo: "Esto es por tu bien, por favor, entiéndelo". Yo lo entendía y sabía que merecía el castigo, pero no podía dejar de estar enfadada. No con nadie más, sino conmigo misma. Había cometido una cadena de errores hasta que mi mamá dijo: Basta

Ese día lloré, me encerré en mi habitación y me sentí desanimada. A través de la situación, Dios estuvo hablando suavemente a mi corazón. "Yo te amo y estaré contigo y por eso mismo necesitas pasar por esto para que nunca olvides que lo mejor es obedecer".  


Hace una semana mi mamá y yo hablábamos de esto y le dije: "Me sentí ignorada cuando me dejaste sola en la mesa, me sentí muy triste cuando actuaste así".
Su respuesta me sorprendió: "¿Ahora comprendes? Así es como me sentía cada vez que desobedecías. Me sentía triste e ignorada".


Entendí que esta era la analogía perfecta de cómo se siente Dios cuando desobedecemos. Triste e ignorado. Le damos la espalda, lo negamos una y otra vez. Algún día Dios dirá "basta" a nuestra cadena de errores y nos pondrá un alto que dolerá. Porque, indudablemente, Él es un Padre amoroso que conoce sabiamente lo que es mejor para nosotros. Sus caminos nunca serán los nuestros.

Pero, ¿tenemos que esperar a que suceda algo doloroso en nuestra vida para aprender a obedecerlo? 

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