12 enero, 2016

La herencia y camino de un escritor

 "Cada lector tiene su propia genealogía, se nace a la lectura del vientre de otro lector: del maestro o maestra que inculca el amor a los libros, de la amiga con la que intercambiaste en la adolescencia poemas de Machado por los de Miguel Hernández, del librero que puso en tus manos el primer libro, o de una madre que leía para ser ella".  Lola Larumbe Doral.

Cuando pienso en mi vida como lectora ávida, es innato que me remonte a mi familia. Los que están detrás de mí.
No entiendo de dónde o por qué es que algunos miembros de mi familia aman la lectura. Mi mamá, dos de mis tías, dos de mis tíos, mi abuela.
¿Les mencioné que Mujercitas pasó por las manos de mi mamá (que es la más grande de las hermanas) y mis dos tías, primero la mediana y luego la más chica? Pues he ahí la gran gracia de que también a mí me haya tocado. Y eso que no ha pasado mucho desde que fue 2015.
Ah sí, y también pasó por las manos de algunos de mis tíos. Supongo que algún día, allá en un futuro muy lejano le pondré el libro en las manos a mi hija también.
Pero dejándonos de "La Gracia de Tener Mujercitas en las Manos", vayamos a lo que susodichamente estaba yo diciendo. 
Mi mamá siempre me dice que "desearía leer todo el tiempo, que se la pasaría leyendo en su cama con tranquilidad y comodidad si no tuviera que ser mamá y trabajar". A mí me hace reír x). Toda la vida ha estado leyendo, le encantan los libros, no tanto las novelas, pero las biografías o libros históricos o basados en hechos reales son lo suyo. 
Cuando yo era pequeña odiaba leer. ¡No sé cómo se me podía pasar por la cabeza eso! El leer no tenía ningún sentido para mí, era aburrido.
En la primaria me dejaban leer los clásicos, y para mi suerte, tenían dibujos y LETRAS GRANDES. Luego de los clásicos como Tom Sawyer (que por cierto, ese me hizo reír bastante) siguieron unos libros aburridísimos que me hacían odiar la lectura y todos los libros. 
Gracias a Dios todo fue cambiando lentamente. En la secundaria me dejaron leer el primer libro que me encantó, no era la gran magia, pero me hizo sentir identificada. Se llamaba Polvo de Estrellas. Pero no era ese momento en donde comencé a devorar libros y más libros. Tuve que llegar a los últimos dos meses de segundo de secundaria (que la verdad no fue hace bastante tiempo) y entonces, en un chispazo, ¡foom! ¡Me convertí en Jo March! Algo así, pero es broma.
Mi tía precisamente me dio a leer un libro de la editorial JUCUM, biografías de misioneros que impactaron mi vida en gran manera. Eran libros cortos y no tan largos como una novela, escritos especialmente para adolescentes y jóvenes y que conseguían hacerte desear que quisieras lanzarte a una aventura más grande que tu cómoda cama.
Me devoré casi todos los libros de la colección...me faltaron como unos cuatro(no sé qué era lo que me hacía leerlos si no me gustaba leer, así que imaginen qué tenía el libro dentro como para lograr eso), y ahí comencé a seguir el camino de lectora devota.
Siempre voy a agradecerle a Dios por encontrar a JUCUM, y luego leer la vida de Loren Cunningham y agradecerle por crear JUCUM y luego agradecerle a Janet y Geoff Benge por escribir los libros... y así.
Fueron mis tíos quienes me enseñaron a amar la lectura. No tuvieron que hacer nada si no simplemente poner el libro en mis manos.
Y claro, fue de mi madre de quien salió el "Erase una vez que la chica quiso leer y ahora por fin devora libros. Y vivieron felices por siempre".
Puedes escribir sin leer. Claro, todos podemos escribir sin leer. Pero es imprescindible que un escritor lea, lea, lea y lea para escribir. Lo mío, lo de ser escritora ya viene desde que tenía siete y escribí una cosa llamada "LO' FASSI: 54 MODELISTAS". Y con "modeslitas" quise decir "modelos", pero a esa edad yo no lo sabía. Es que vi un catálogo de moda de la marca LO'FASSI y había tantas modelos luciendo la ropa que quise hacer una historia tipo "La Selección". Hace casi diez años. Imaginen eso. A mí me hace reír x).
 Después vino mi diario (o el diario de mi mamá en donde yo escribía siempre a escondidas), después los cuentos larguísimos en primaria, cuando la profesora decía: "Para practicar su gramática, hagan un cuento, como ustedes quieran, en inglés". Fue ahí cuando supe que quería ser escritora. Hace casi siete años de eso. Y entonces llegaron novelas que escribí, novelas que perdí en la computadora, cuentos sobre mi familia, concursos que no gané, una novela que empecé a papel y a tinta, un blog que se ha convertido en algo especial, ganar el segundo lugar en un concurso (la mejor experiencia de mi vida), más novelas cortas escritas, más concursos en donde no recibí nada, querer entrar a una editorial, editar más novelas, escribir más novelas cortas, seguir escribiendo, escribiendo, leyendo, leyendo y aprendiendo... y he llegado hasta aquí. Y en menos de cuatro meses voy a volver a concursar.
Si no hubiera sido porque mi madre ama la lectura, yo no hubiera sido ni lectora ni escritora. Todo se remota hacia atrás. Es un legado. 
Como dice Isabel Allende: "Escribir es un llamado, no una opción".
Eso muestra que ser escritor, poder escribir, es un don. El escritor ya es, no se hace. Lo que sí puede hacerse es un lector. 
Quizá, desde antes de saber que un escritor será concebido en el vientre de una madre, ya es escritor. Y claro, un gran lector.








No hay comentarios:

Publicar un comentario