11 julio, 2020

El camino para cicatrizar: primero debes lavar sus pies.




Pablo comienza su discurso en Hebreos 13, diciendo que "el amor fraternal tenía que prevalecer" y en Romanos 12 que el amor "fuera sin fingimiento, que debíamos amarnos con amor fraternal, dándonos honra unos a otros".
Estos días he estado meditando acerca del amor fraternal, que es un término que solo utilizamos los cristianos, utilizado para comprender el amor de hermanos, de una familia. También habla de amistad e intimidad en una familia.
Dios nos ha convertido en familia, pero a veces, cuando las personas llegan y se sientan a la mesa, no se sienten libres para contarnos sus luchas y sus debilidades. No encuentran el lugar para ser honestos y auténticos, para abrir su corazón, para que el dolor se libere. Tienen miedo a ser juzgados, a que su historia pase de boca en boca o a que al final de todo, sean rechazados. No solo sucede con las personas que no son seguidoras de Jesús, sino incluso con los congregantes de una iglesia.
Muchas personas dicen estar más cómodos al contarles sus problemas a un amiga o amigo en un bar que a un cristiano o cristiana en una iglesia.
La razón por la que esto sucede es porque no se ha creado amistad y fraternidad real. No hay un espacio donde pueda fluir la confianza y la honestidad. Si no tenemos un ambiente de amistad, donde podamos expresarnos libremente, será difícil ayudarles a nuestros hermanos y hermanas, sean niños, jóvenes o adultos en el proceso de cicatrización de sus heridas.
¿Por qué juzgar a nuestra hermana o hermano que está a nuestro lado? ¿No somos nosotras/nosotros tan humanos como ellos? ¿No podemos fallar 
igual o aún más que ellos?


Al llegar la noche, los discípulos llegaban a cenar con Jesús y a desbordar su corazón con Él. La cena era un momento sagrado de descanso del alma, podían ser auténticos con Jesús y así mismo, Jesús con ellos. Había un ambiente de confianza, de fraternidad, donde todos sabían que, aunque habían sido escogidos, su relación con Jesús seguía transformándolos por dentro. Ninguno de los discípulos era perfecto. Eran las personas más sencillas, y aun así, Jesús abrió espacio para que ellos pudieran ser auténticos y expresarse con libertad.

¿Estamos genuinamente interesados en nuestros hermanos y hermanas en la fe?

Cuando volvamos a nuestras iglesias, necesitaremos preguntarnos si Dios usó este tiempo para transformar nuestra perspectiva acerca del amor fraternal o si este tiempo solo intensificó sentimientos negativos que no agradan a Dios, en un camino que nos llevará a terminar igual que los fariseos, siempre juzgando, siempre imponiendo, pero no siendo ejemplo.

En vez de juzgar, ¿por qué no piensas en cómo podrías ayudar y servir a esa adolescente que está con amistades que no la llevan a caminar con Dios?
En vez de comenzar a hablar mal acerca del hermano que suele estar siempre enojado y es irrespetuoso, ¿por qué no oras por él? ¿Por qué no lo visitas o le hablas por teléfono para conocer cómo se siente o si tiene algún problema en su hogar?
En vez de escuchar a otros hablar mal de alguien y creer en esas palabras hirientes, ¿por qué no te das el tiempo de conocer el corazón de ese hermano o hermana y bendecir su vida?
En vez de mirar al nuevo integrante de la familia en la iglesia como si fuera un bicho raro, ¿por qué no vas, lo saludad y le dices que siempre es bienvenido? ¿Por qué no le haces un cumplido?

Para llegar al corazón herido de muchos, necesitamos ser esa clase de amigas y amigos en nuestras iglesias. No estamos para exigir que otros lo hagan, ni para ver las fallas de otros, sino para mirarnos a nosotros mismos y comenzar el trabajo. Jesús no solo exhortó a Pedro, sino que habló con todos los discípulos. 

Después de que Jesús subió al Cielo, los discípulos entendían claramente que cada uno debía cumplir el trabajo independientemente de lo que otros cristianos dijeran o hicieran. El cambio comenzaba en ellos.

Honrar para ser honrado.

Sé que muchas veces, amar a nuestros amigos/amigas en la iglesia puede ser difícil, porque todos somos diferentes, tenemos personalidades distintas, maneras de ver la vida y tomar decisiones. Todos venimos de contextos y hogares que no se parecen en nada. Pero aún así, cada persona merece respeto, amor y servicio.
Toda persona necesita palabras de ánimo, necesita un brazo donde sostenerse, necesita de un hombro donde llorar. Todos necesitamos de todos. Yo necesito también amigas y amigos que me apoyen, una familia quien pueda levantarme y animarme.
La honra es el valor y peso que se le ofrece a una persona, no importa lo que haya hecho o quién sea. La honra se utiliza en la Biblia como sinónimo de gloria y estima, de respeto hacia la otra persona. Este término tiene una conexión con el amor fraternal, es debido a esto que Pablo une estos dos términos en su discurso de Hebreos. 
¿Puede un cristiano amar a su hermano si no lo respeta en su corazón? ¿Cómo podemos servir y ayudar a nuestra congregación a sanar sus heridas, si primero no estamos dispuestos a lavar sus pies?

Jesús lavó los pies de sus discípulos. El acto de lavar los pies de alguien en ese tiempo le correspondía al sirviente más humilde de la casa. Significaba servir y reconocer al otro, honrarlo.
Jesús reconoció a cada uno de los discípulos, los dejó perplejos y les dio ejemplo de completa humildad y servicio. Era el ejemplo del amor fraternal en su máximo esplendor.
Jesús se arrodilló, nos lavó los pies y se colocó al mismo nivel que todos nosotros.
Cuando honramos a otros, dejamos de pensar en nosotros mismos. El egoísmo se esfuma, el orgullo y la altivez son derrotados.
Dios no quiere que solo seamos cristianos fuertes, sin miedo al futuro o que tengamos amplio conocimiento de la Biblia, quiere que aprendamos a honrar, no solo a las personas más cercanas a nuestros círculo o que nos agradan, sino incluso aquellas que tal vez no tienen la misma medida de fe o nivel espiritual que nosotros.
Honrar es también darles la oportunidad de aprender, de crecer, incluso de cometer errores.
Abramos un círculo de apoyo en donde honremos la debilidad en otros, en donde el dolor y las heridas puedan sanar, en donde los demás puedan contarnos sus problemas y sus caídas. Porque muchas personas necesitarán de este tipo de familia cuando volvamos... y seguramente nosotros también.
Ese es el amor sin fingimiento. Un amor que honra a los demás.

¿Cómo cultivar el "amor fraternal" en mí?
Mientras más relacionados estamos en aprender de la Biblia y de Jesús, nuestro entendimiento se transforma (Romanos 12:2) al igual que nuestro interior. Comenzamos a visualizar la vida de diferente forma, ya que el Espíritu nos ayuda a entender lo espiritual (1 Corintios 2:14).
 Cuando comenzamos a tener un hábito de lectura de la Biblia, nuestro corazón comienza a adquirir fe, virtud, dominio propio, mansedumbre, templanza y amor fraternal. Son los frutos del Espíritu. La Biblia prueba, moldea, afirma y hace madurar nuestro carácter para que podamos aplicar estos frutos del espíritu a nuestra vida real.
Cuando amamos a Dios con todo nuestro corazón, Él comienza a mostrarnos cómo convertirnos en mejores adoradores de su nombre; adorar su nombre también significa amar sin fingimiento. Si honramos a Dios sin fingimiento, comenzaremos a honrar a nuestra familia en Cristo sin fingimiento. 
Amar a personas que te lastimen o que sigan cometiendo errores no es algo sencillo y no significa que pases por alto sus errores, pero puedes mostrarles gracia y darles una oportunidad. Puedes honrar sus capacidades, no importa lo que hayan hecho o quiénes sean, eso creará un ambiente de confianza para que ellos puedan crecer en su camino con Dios y que a partir del ejemplo que demos, las heridas se porten orgullosamente como cicatrices.
Nuestra meta es llegar a crear ese ambiente en donde Dios pueda moverse. Ser un puente para llegar a los corazones de nuestras hermanas y hermanos, en vez de un muro. Ser el puente que conecte con la sanidad de un Dios maravilloso y no un muro que impida la bendición.

Nuestra meta es llegar a ser más amorosos y ofrecer honra, porque todos estamos al mismo nivel. Todos necesitamos ayuda y sanidad interior.



Muchas gracias por leer esta serie de publicaciones sobre sanidad interior y amor fraternal.
Cuéntame en los comentarios, ¿qué has aprendido en estas semanas? ¿Cómo Dios te ha hablado para servir y honrar a tu familia en la iglesia? ¿Estás dispuesto a llorar con los que lloran, a mostrar compasión, a crear un ambiente donde las demás personas puedan ver la gloria de Dios? 





📌Para terminar esta reflexión, puedes escuchar:
Out of Hiding de Steffany Gretzinger - https://www.youtube.com/watch?v=IElR7kV5VLw
Tell Me the Truth de Steffany Gretzinger - https://www.youtube.com/watch?v=wjpu4Qq_vlQ

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