Este no es post para doctores en Literatura o Letras. No es un post para estudiantes perfectos o lectores sin ningún error. No es un post para los que creen que lo saben todo en la vida o que son los únicos que pueden saberlo, porque después de ellos no hay nadie con más inteligencia y/o experiencia. Este no es un post para los perfectos escritores o las perfectas personas, es un post para personas comunes y corrientes que están aprendiendo y quieren hacerlo cada día más, aunque quizá eso cueste y duela.
Yo soy una de esas personas comunes y corrientes que está aprendiendo.
Ya he escrito esto en muchísimas hojas diferentes, pero siempre he creído que las coincidencias son solo cosas que siempre caen en su lugar de origen.
Fue una película de guerra la que me recordó el don más grande que Dios me dio y que siempre usaré para servir a otros.
Lo único que sé ahora es que mientras más avanzo me doy cuenta que menos sé y que me hace falta entender mejor, aprender más, cambiar. Temo decir que estoy en un proceso de crecimiento que me ha pesado bastante y que me ha dejado duras lecciones, pero aun así una gran felicidad y un encuentro mucho más íntimo con mi propia persona.

El poder de las palabras radica en que son una especie de arma de dos filos. El primer filo es que el que pueda otorgar salvación y ayuda, las palabras pueden bendecir, animar, motivar, curar, abrazar, besar, amar, servir. Una buena historia (sea ficción, autobiografía o biografía) siempre tiene el poder para dar fuerza a una persona, porque tú nunca sabes quién tendrá esa historia en sus manos y quién podrá aprender de esas palabras y hacerlas un estilo de vida. Nunca sabes a quién podrán salvar las palabras.
El segundo filo es el filo de la destrucción y del odio. Muchos han dicho: "ten cuidado con lo que dices, ten cuidado con tus palabras". Una sola de ellas puede romper corazones y sentimientos, una sola de ellas, en un momento equivocado, puede devastar toda una vida. Una sola de ellas envía maldición y tristeza a una persona. Una sola de ellas puede ser egoísta, envidiosa, puede subestimar, lastimar, corromper. Una sola de ellas puede ser un error.
He estado aprendiendo de estos dos filos en estos meses, y sinceramente, ha dolido mucho aprender de ambos. Muchas cosas que han pasado en mi carrera como estudiante de literatura me lo han enseñado, pero más me lo ha enseñado mi vida a diario, los desafíos que enfrento en mi camino y mi fe en Dios.


Serán las mismas palabras y nuestras actos en el futuro quienes puedan arreglar nuestras fallas. Así, las palabras pueden arruinar un camino de buenas intenciones, pero después de todo, cuando se dicen desde el corazón, también pueden sanar todos los tropiezos.
Ese es el poder de las palabras. A veces pienso que Dios no nos dio el lenguaje hablado y escrito como algo para llenar un vacío, algo sin valor y que se le ocurrió porque sí. Quizá el lenguaje es algo que no se ve, pero cuánto impacto y trascendencia tiene.
Yo creo en Jesucristo, quien ha escrito palabras por medio de sus más fieles amigos; esas palabras me han salvado. No solo las escribió, sino también las dijo. Las explicó y se apoyó en tantas metáforas y símiles. Es un extraordinario escritor, creo que el mejor de todos. También es el mejor orador de todos los tiempos, maravillosamente creativo al elegir la forma de sus palabras para que la gente pudiera entender mejor. Nunca ha dicho una palabra que me haya lastimado o lanzado al suelo, sino todo lo contrario, sus palabras me han levantado, perdonado y salvado. Me han abrazado con todo el amor, la paz y la felicidad.
Ese es su ejemplo, y eso es todo lo que quiero hacer de aquí en adelante. En este blog, en los libros que escriba, en mi universidad, con mis amigos, compañeros, mi familia y aun con las personas que detrás de mí hablan mal y pudieran tenerme algún tipo de rencor.
Siempre es bueno probar a qué saben nuestras palabras para después poder decirlas al que está frente a nosotros.
Sócrates estaba conmigo al pensar que las palabras tienen un valor, así que él decía que había 3 filtros importantes para poder decir lo correcto. El primer filtro era la verdad: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decir es cierto?
El segundo filtro era la bondad: ¿Es algo bueno lo que dirás?
El último filtro es la utilidad: ¿Será útil lo que dirás?
Y si no había ninguna de estas, sería mejor quedarse callado.
Proverbios 18:21 dice que "la muerte y la vida están en el poder de la lengua y el que la ama comerá de sus frutos". Jesús también dijo que de la abundancia del corazón hablaba la boca y por tus palabras serías condenado o justificado. Es extraño porque cuando combinamos emociones y palabras, en nuestra cabeza todo parece que es correcto. Parece que todo tiene sentido, que nada tendría que salir mal. Que nuestra manera es correcta, porque estamos viendo todo en nuestra perspectiva. Un poco después estamos diciendo "discúlpame, no quise decir eso". Los errores que hacemos son más fáciles de perdonar pero más difíciles de olvidar.
Quizá la sabiduría en nosotros va a demostrarse en la manera en que aprendamos de los errores y nos superemos a nosotros mismos, a nuestras emociones.

Escojo ser valiente para contenerme, para callar cuando tenga que hacerlo, para decir las palabras correctas, para amar y servir con ellas, no para destruir y causar dolor y sufrimiento. Deseo que mis palabras salven a muchas personas y puedan curar sus heridas, en vez de hacerlas sangrar más.
Tengo una voz para escribir y para hablar, tengo sentimientos y emociones, soy imperfecta y cometo errores, tengo un cuerpo con el cual vivir y expresarme, tengo una fe que crece cada día, así que si tú tienes todo esto igual que yo, elijamos amar.
Supongo que esto es parte de crecer.
Yo elijo amar, ¿tú qué elegirás?
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