23 octubre, 2017

DÍA 23: APROBADO.


El profesor español vio mi trabajo y asintió con media sonrisa. Me miró a los ojos y luego le quitó el cabello castaño oscuro que había resbalado hasta ahí.
Y me le quedé mirando, ahí, así, con una sonrisa estática. Si supiera todo lo que hice para conseguir el condenado trabajo.

Quería que escribiera una historia con letras y con números
Números. 
Mamá dice que no diga "maldita sea", pero con esto se vale, solo por una vez, porque los números son malditos y el profe lo sabe bien: sus reglas de tres hacen reír a la clase entera.


Hace poco le pregunté a Tere si los números y las letras se llevaban bien. Ella se encogió de hombros y dijo que sí, que quizá por eso había ecuaciones y las -malditas sean- derivadas y otras muchas cosas que nosotras no conocemos ni conoceremos.
Me acordé de Vic, de Eric, de Dani, de Jimmy, de Ed y de mi querida Mariana. 
Los mundos mentales de mis mejores amigos son números y cometas... y yo soy una oveja negra flotando en el espacio. Yo soy el único teorema -de letras- que se les hace difícil descifrar.
Pero aún así, juntamos tan bien la ecuación y nos divertimos tanto en ello, que al final comienzo a pensar que es verdad: los números y las letras se llevan bien.

Entonces estoy haciendo el trabajo y escribo y borro. Escribo y borro.
Escribo y borro.
Borro y escribo.
Escriborro.
Son las 11:13 de la noche, me duele la cabeza, tengo hambre, y honestamente, no sé ni qué escribir porque quiero comer. Y comer. Y dormir. Y comer... ´¿ya lo dije?

Me toqueteo el cabello desesperadamente. Los lentes se me están bajando lentamente, tan seductores como siempre. Soy pobre y los comerciales de Spotify me causan sarna en los oídos. 
Así que arrojo la cabeza hacia la computadora y mi cabello vuela y se despeina, de aquí para allá. Casi como... siempre. 
Comienzo a darle golpes suaves a la computadora con mi cabeza. 

Escribo y borro.
Borro y escribo.
Golpe, golpe, golpe. 
Me debato entre dormir o comer. O dormir y comer. ¿Se puede morir por tener hambre?
Golpe, golpe, golpe. Cabellos chinos y despeinados bailando.

Borroscribo. 
Termino. Escribo exactamente todo lo que estás leyendo aquí.  Me vale, tengo hambre y los ojos se me están saliendo de lo pesados que los tengo.

Llega el día. El profesor me mira a los ojos y le quita el cabello castaño que había resbalado en mi trabajo. Me le quedo mirando, ahí, así, con una sonrisa estática. 
"Aprobado con 7", me dice después de leerlo. Ese número era mi calificación en matemáticas cuando estaba en la prepa, así que ahora lo entiendo todo; los números y las letras, de hecho, se llevan bien

Pero si tan solo él supiera todo lo que hice para conseguir ese condenado trabajo.

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