A veces Cora conversa con ella misma; si alguien escribiera un personaje para una novela que fuera ella, supongo que sería muy parecido a Nina Sayers, la bailarina de Black Swan. Aquel cisne blanco sería lo que todos pueden ver fuera y físicamente: la felicidad, la timidez, la ternura, uno de los seres más dulces.
Pero el cisne negro,
¿quién podrá observarlo a los ojos?
Con sus párrafos psicóticos, con sus desequilibrios existenciales, con sus llantos dramáticos, con sus reflexiones susceptibles, con sus letras escarlata, con sus pecados persiguiéndola, con los demonios que no consigue ahogar en sus lágrimas. 
Una doble sin sentido (tal como en la película), hecha solo para ser usada y lastimada.
Se siente avergonzada y horrorizada cuando le cuentan historias en donde ella misma se encuentra. Son historias ajenas que se mantienen mejor ocultas y que la gente siga actuando como si nada hubiera sucedido.

Concluyendo: este cisne blanco siente cómo muere en vida propia siendo un cisne negro, pero nunca, nunca muere realmente.
Y son esos ojos inyectados en sangre los que no te atreverías a mirar tan fácilmente.
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