—¡BASTA! ¡NO PUEDO ESTAR EN EL CELULAR! ¡LA BATERIA DE MI
LAPTOP SE VA A ACABAR! ¡NO PUEDO ESCRIBIR! ¡ME PESA LA VISTA Y ESAS MUGRES
VELAS Y LINTERNAS NO ME SIRVEN PARA NADA! ¡ME DUELE LA CABEZA! ¿Y QUÉ DE MI
TAREA? ¿HAS PENSADO EN MI TAREA?
Mamá y yo nos estamos echando un round, de esos que son
cariñosos. Nos vemos bastante enfadadas.
—¡NO TENGO LA CULPA YO! ¡VE A DORMIR! —me grita.
—¿TE DAS CUENTA QUE NO PODEMOS HACER NADA SALVO DORMIR?
Nos estamos peleando. A oscuras. La casa está oscura.
Enciendo la luz del celular y ella tira un vaso de agua que suelo dejar en mi
escritorio, buscando una linterna.
—¡TE DIJE UNA Y MIL VECES QUE NO QUIERO VASOS CON AGUA EN
TU ESCRITORIO! ¡MIRA LO QUE PASÓ! ¡Ve por un paño!
—Mamá, pero…
Cuando veo que el agua se expande, ya no sé si llorar o reír
así que mejor me río. Encuentro una toalla en la silla y la lanzo al escritorio.
—Venga, ya está, todo bien, mira.
Se le abren desorbitadamente los ojos a mi mamá—¡Estás secándolo
con mi toalla!
De por sí la vida me parece tan graciosa a oscuras, en ese momento estaba muriendo de risa.
—¡Deja de reírte! ¡Te dije que consiguieras un paño!
La luz de mi celular alumbra mi vida de miseria. No puedo
escribir. Me pesan los ojos. Me duele la cabeza. No veo nada y tampoco es que
quiera dormir temprano. Hago la tarea quién sabe cómo y apenas si tengo datos.
Y de todos modos, me sigo riendo.
Regla #1 de la ética de mi trabajo: siempre ten a la mano todos
los servicios de necesidad básica, maldita sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario