Mi año realmente no había terminado hasta este día.

Aún para mí, tener 17 años significó estar llena de sorpresas, de retos, de alegría, gozo y paz, de dolor, de emociones a todo color y de sucesos inesperados que, si eran malos, se revirtieron y convirtieron en buenos. De hecho, no sé qué me espere más adelante, cuando entre a los 20, a los 30 o a los 40.
A muchas personas quizá no les interesen mis palabras, no soy ninguna artista, cantante, youtuber o blogger reconocida para decirlas, sólo soy yo diciéndolas, pero creo que eso está muy bien. No me centro en las personas que tan sólo entran al blog para "ver cuál es mi vida o de qué se enteran", me centro siempre en quienes leen esto con sinceridad, que se quedan un poco más con interés.

A veces no nos damos cuenta de todo lo que tenemos: el simple hecho de caminar, de ver, de sentir, de mover nuestro cuerpo a nuestro antojo.
Algunas personas no pueden. Algunos quisieran hacerlo, y por su condición, parece imposible.

En el impacto del accidente, cuando caí al suelo (no, no fue choque de auto, fue algo parecido pero muy diferente), todo el aire que había retenido en los pulmones salió expulsado en cuestión de una milésima de segundos. El golpe de mi tórax incluyendo espalda y abdomen fue tan intenso que perdí la respiración. Tan sólo fueron segundos, varios, supongo, o probablemente un segundo, pero se hicieron siglos, una eternidad.
El shock en el que entró mi cuerpo impedía que el aire entrara de vuelta y aun peor, que pudiera respirar con mi nariz. Es como si alguien me hubiera apretado la nariz para no poder respirar. Estaba jadeando horriblemente y estaba obligando a todo mi cuerpo y sentidos a volver a respirar, pero nada daba señal de respuesta. Dentro de mí, sólo le gritaba a mi mente: "¡Respira, respira!".

No me había dado cuenta del agudo dolor en mi cuerpo, hasta que una paramédico me ayudó a darme la vuelta.
Toda la parte tóracica, el muslo de mi pierna izquierda hasta mi cintura y el dedo grande de mi pie derecho dolían; pensé que me había fracturado todo, pero gracias a Dios, pude levantarme aún, cojeando. Nunca he conocido las fracturas, pero el dolor era suficiente como para pensar que era algo así. Conocí también qué era ser un paciente de urgencias en un hospital y hacerme radiografías.
Me caí de una cuatrimoto y ésta casi cae sobre mí, pero en vez de eso, golpeó mi espalda y me lanzó al suelo.



No tengo absolutamente nada fracturado, tan solo algunos raspones en las rodillas, mano y un intenso dolor en las partes del cuerpo que mencioné antes, con el que estoy tratando para poder sentarme, acostarme y caminar: tres de las cosas vitales de la vida diaria, ¿cierto?

Lo mío fue un milagro de Dios, porque casi, casi, salí intacta. No sé qué sucedió, todo pasó demasiado rápido, y a la vez en cámara lenta como en las películas; al principio todo parecía tan malo, y ahora todo está saliendo tan bien. Sé que Dios es experto en revertir lo malo en bueno.
Él me salvó, pues pude sufrir todas las posibilidades susodichas, pero milagrosamente nada me sucedió. Nada sucedió.

La vida está sobrevalorada. Creemos que morir puede ser tan fácil, tan bueno, pero vivir... vivir es un don, es el regalo más grande y especial. La vida es el sinónimo del mayor valor. La vida es el valor mismo; no el valor referido a "la valentía", si no, el valor de lo que puede tener algo o alguien. La vida es la encarnación de eso.
Cuando estaba en el hospital me estaba acordando de mi deportista favorita: la surfista Bethany Hamilton.
Quizá la conozcas porque hace unos años, cuando ella tenía 13, un tiburón le arrancó el brazo, pero su fuerza y valor la hicieron seguir surfeando hasta ahora.


A mí en realidad no me sucedió nada más grave, comparándome con ella, gracias a Dios, pero su ejemplo es lo que me sacó adelante en este situación. También puse toda mi confianza en Dios, y ahora hago bromas de todo lo que pasó.

Tengo que hablarte de que hay un Dios que existe, y que hace milagros.
Quisiera que no sobrevaloraras tu vida, que te amaras tal cual seas, que respetaras y valoraras tu cuerpo porque fuiste diseñado de la manera más especial. Quisiera que no dieras por hecho cosas tan simples de la vida, que son casi imperceptibles e insignificantes, porque quizá un día ya no las tendrás y te darás cuenta de cuánta falta te hacen y que dejaron un espacio vacío que nada podrá llenar.

Quisiera que amaras esta vida que tienes, porque en realidad, no tienes otra.
Todo lo que acabo de narrar me da una razón más para celebrar y disfrutar la vida todos y cada uno de los días de este año, venga como venga. Una razón más para ser agradecidos de todo corazón, especialmente con Dios.
Bon appétit y que VIVA LA VIDA!

No hay comentarios:
Publicar un comentario